M. CASTAÑO, 28-03-11
¡Oh tiempos, oh costumbres!", fue el lamento que Cicerón, vertió en su Catilinaria para reprochar a Catilina la corrupción de sus costumbres y la pasividad del senado romano ante las mismas. Y el primero de estos discursos se inicia con la célebre pregunta de Cicerón a Catilina: Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?
Si Cicerón pasease por las calles de nuestras ciudades, constataría que su Catilinaria estaría de plena actualidad, ante la realidad vial, el desorden, desequilibrio y mala organización y reparto de los espacios urbanos, que ocasionan tantos incidentes, accidentes y secuelas traducidas en muertos, heridos y repercusiones económicas y psicológicas.
Estoy casi seguro, que la DGT también se ha dejado influir por el discurso de Cicerón al formular su reto: ¿Hasta cuándo la mala organización y gestión del tráfico en la mayoría de las ciudades y todos los accidentes que ocasiona, hasta cuándo aguantará nuestra paciencia?
Y la paciencia comienza a agotarse y por este motivo el Plan Estratégico de Seguridad Vial, para la década que iniciamos, establecerá como una de sus áreas prioritarias, conseguir una Movilidad Segura en las ciudades, tratando de reducir la accidentalidad en un 50% y actuando sobre los más débiles: peatones y vehículos de dos ruedas.
¡Quién nos lo iba a decir! Después de más de un siglo del protagonismo de los vehículos sobre el resto de la ciudadanía, estamos decididos a invertir los términos, a favor de los más vulnerables. La ciudad pasará a ser patrimonio de los ciudadanos y los vehículos colaboradores de su desarrollo y armonía. Este nuevo paradigma evitará que el equilibrio entre usuarios no se rompa y que la movilidad pueda ser más segura. Por esta simple razón, merecerá la pena apoyar la premisa mayor de que reduciendo la velocidad y los espacios para los vehículos, la conclusión sea que se conseguirá reducir la accidentalidad. Lo que ya no me queda tan claro es argumentar, sin justificación científica, de que en un accidente a 70 km/h no se salva nadie, que a 50 se salvan la mitad y que a 30 se salvan casi todos. Lo cierto es que a menor velocidad, las posibilidades y secuelas del accidente se reducen drásticamente.
Pese a que la propuesta de la DGT, en principio parece ser acorde a la consecución del fin, no todos lo ven de la misma manera. De hecho, hay malestar social y posiciones divergentes: los automovilistas manifiestan que les perjudicará en su movilidad, que contaminará más, y los ciudadanos más vulnerables apreciarán su seguridad y disfrute de los espacios aunque se mueran de la mayor contaminación atmosférica. Desde la perspectiva pedagógica habría que caminar hacia la armonía y equilibrio entre las partes. La solución pasará por dar un enfoque holístico a la propuesta. En este sentido, la Teoría Ecológica de Bronfenbrenner nos puede ayudar a entender la influencia tan grande que tienen los ambientes en el desarrollo del sujeto y concebir al ambiente ecológico como un conjunto de estructuras seriadas y estructuradas en diferentes niveles, en donde cada uno de esos niveles contiene al otro y se influyen, para bien o para mal. De ahí la importancia de cuidar adecuadamente la relaciones entre los conductores y los peatones y un entorno acogedor, sin contaminación de la convivencia, de ruidos, de humos, y más seguro para todos.. En base a lo establecido, consideramos que el mejor caldo de cultivo para lograr la disminución de la accidentalidad no sustenta en la reducción de velocidad y de los espacios, pues debería fundamentarse en la información, formación y educación vial de conductores y peatones. Pero, de esto no se ha mencionado nada. Así pues, es posible que, de no ser así, Cicerón nos vuelva a reprochar: ¿Quousque tandem?
Si Cicerón pasease por las calles de nuestras ciudades, constataría que su Catilinaria estaría de plena actualidad, ante la realidad vial, el desorden, desequilibrio y mala organización y reparto de los espacios urbanos, que ocasionan tantos incidentes, accidentes y secuelas traducidas en muertos, heridos y repercusiones económicas y psicológicas.
Estoy casi seguro, que la DGT también se ha dejado influir por el discurso de Cicerón al formular su reto: ¿Hasta cuándo la mala organización y gestión del tráfico en la mayoría de las ciudades y todos los accidentes que ocasiona, hasta cuándo aguantará nuestra paciencia?
Y la paciencia comienza a agotarse y por este motivo el Plan Estratégico de Seguridad Vial, para la década que iniciamos, establecerá como una de sus áreas prioritarias, conseguir una Movilidad Segura en las ciudades, tratando de reducir la accidentalidad en un 50% y actuando sobre los más débiles: peatones y vehículos de dos ruedas.
¡Quién nos lo iba a decir! Después de más de un siglo del protagonismo de los vehículos sobre el resto de la ciudadanía, estamos decididos a invertir los términos, a favor de los más vulnerables. La ciudad pasará a ser patrimonio de los ciudadanos y los vehículos colaboradores de su desarrollo y armonía. Este nuevo paradigma evitará que el equilibrio entre usuarios no se rompa y que la movilidad pueda ser más segura. Por esta simple razón, merecerá la pena apoyar la premisa mayor de que reduciendo la velocidad y los espacios para los vehículos, la conclusión sea que se conseguirá reducir la accidentalidad. Lo que ya no me queda tan claro es argumentar, sin justificación científica, de que en un accidente a 70 km/h no se salva nadie, que a 50 se salvan la mitad y que a 30 se salvan casi todos. Lo cierto es que a menor velocidad, las posibilidades y secuelas del accidente se reducen drásticamente.
Pese a que la propuesta de la DGT, en principio parece ser acorde a la consecución del fin, no todos lo ven de la misma manera. De hecho, hay malestar social y posiciones divergentes: los automovilistas manifiestan que les perjudicará en su movilidad, que contaminará más, y los ciudadanos más vulnerables apreciarán su seguridad y disfrute de los espacios aunque se mueran de la mayor contaminación atmosférica. Desde la perspectiva pedagógica habría que caminar hacia la armonía y equilibrio entre las partes. La solución pasará por dar un enfoque holístico a la propuesta. En este sentido, la Teoría Ecológica de Bronfenbrenner nos puede ayudar a entender la influencia tan grande que tienen los ambientes en el desarrollo del sujeto y concebir al ambiente ecológico como un conjunto de estructuras seriadas y estructuradas en diferentes niveles, en donde cada uno de esos niveles contiene al otro y se influyen, para bien o para mal. De ahí la importancia de cuidar adecuadamente la relaciones entre los conductores y los peatones y un entorno acogedor, sin contaminación de la convivencia, de ruidos, de humos, y más seguro para todos.. En base a lo establecido, consideramos que el mejor caldo de cultivo para lograr la disminución de la accidentalidad no sustenta en la reducción de velocidad y de los espacios, pues debería fundamentarse en la información, formación y educación vial de conductores y peatones. Pero, de esto no se ha mencionado nada. Así pues, es posible que, de no ser así, Cicerón nos vuelva a reprochar: ¿Quousque tandem?