martes, 12 de febrero de 2013

LOS MAYORES Y LA CONDUCCIÓN


MANUEL CASTAÑO PARDO 12-02-13
Allá por la década de los 40 A.C., la aportación filosófica de Cicerón en su obra De Senectute, ya esgrimía argumentos en contra y a favor de la vejez, pese a que de entrada dejaba claro que lo que hay que acusar no es a la edad, sino al carácter y las costumbres. Y es que, efectivamente, ser mayor y caminar hacia la vejez, hace que tomemos una postura enfrentada hacia ella y la podamos considerar como algo miserable. Porque la vejez nos va apartando de la actividad, de la fuerza física, de los placeres y, por si fuera poco, nos va aproximando a la muerte. Y me encanta recordar cómo Cicerón va rebatiendo los motivos negativos con el optimismo, pues de mayor hay otro tipo de actividades por hacer y valorar, otras formas de sustituir y cuidar la parte física, la mente y el espíritu, al igual que se pueden potenciar los placeres de una vida virtuosa y de bienestar para conseguir que el hombre deje de existir a su debido tiempo. Es así como podemos extrapolar estos motivos negativos y los argumentos positivos sobre la vejez, a cualquier ámbito de la vida, incluido el de la Movilidad Segura. Porque, querámoslo o no, a medida que avanza la edad, se incrementan los factores de riesgos. Es un hecho también que la población española va envejeciendo. En la actualidad más del 10% de los conductores superan los 65 años y más de un millón de circulan con los 80 superados. Y estos no son datos para dejarlos en el olvido, porque tarde o temprano todos estaremos en estos tramos de edad y sobre toda la población revertirá los perjuicios o beneficios de la Seguridad Vial. Por es te motivo lanzo las preguntas sin tapujo. ¿Es seguro (para ellos y para los demás) que sigan conduciendo las personas mayores? ¿Habría que limitar la edad final como se hace con la inicial? ¿Será preciso limitar circular por determinadas vías, horas y circunstancias? ¿Deben ser más exigentes y frecuentes los controles médicos, de formación y de habilidades y destrezas?
A pesar de que no existe una normativa específica para las personas mayores, salvo lo relativo a pasar las revisiones cada 5 años desde los 49 a los 69 años y después, cada dos años a partir de 70, cierto es que quien más quien menos admite y reconoce que, conforme la edad va avanzando, se van produciendo déficits  de distinta índole: olvido de normas y señales, habilidades y destrezas en la conducción, despistes que se traducen en la dificultad a la hora de aparcar, golpes por errores de cálculo al circular o al aparcar, tardar en frenar, girar, salir, saltarse el semáforo, el ceda el paso, el stop, no señalizar con los indicadores… y una retahíla de ellos que pueden poner en peligro a uno mismo y al resto de usuarios de las vías. Porque, conforme nos vamos envejeciendo, nos volvemos más vulnerables. Físicamente perdemos visión, audición, reflejos y capacidad de reacción y toma de decisiones, y el riego se incrementa si padecemos ciertas enfermedades en la visión, audición, cardíacas, cerebrales, demencia, trastornos del sueño o si encima tomamos alcohol o medicamentos.
Por todo lo expuesto creo que no es descabellado pensar en la mejora de la Movilidad Segura de este tramo de edad y será preciso investigar a fondo para justificar la necesidad de una adecuada legislación, ver la necesidad o no de la formación permanente y de las revisiones más frecuentes y de mayor calidad, pero sin olvidar que seguir conduciendo es también fuente de salud, ya que potencia la autoestima, la autorrealización, la libertad e independencia, la vida social y cultural, incluso recurriendo a la ayuda de las nuevas tecnologías para apaciguar esas carencias seniles.
Desde la práctica, lo apropiado sería que cada persona fuese consciente de sus limitaciones y que la familia esté dispuesta a poner las medidas oportunas y seguras ante las señales de alarmas cuando perciban esos fallos o despistes y
no limitar en nada o causar un trauma impidiendo la renovación del permiso si no es preciso. Porque como citaba Cicerón: “la vejez es honorable si ella misma se defiende”.
Y yo, ni confirmo ni niego lo dicho, pero  me resguardo y apoyo en Schopenhauer quien sentenciaba que los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario. Cosa que yo he cumplido al escribir este comentario sobre la conducción en los mayores.

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