M. CASTAÑO, 22-12-12
La sociedad española y muy especialmente la mayor
parte de los conductores, están en pié de guerra frete a los nuevos cambios que
vendrán, a partir del 21 de enero de 20113, relacionados con los modelos de
examen teórico y práctico para la obtención del permiso de conducir. No es de
extrañar que, después de más de medio siglo de existencia del modelo anterior
de Eumenes, se produzca este desequilibrio homeostático, porque a nadie nos
gustan los cambio, incluso cuando sean para mejor, y menos en este caso en el
que se mezcla la incomprensión con el desconocimiento y sobre todo, con la
posible relación con el coste económico que supondrá. Porque, aprender lleva
tiempo y dinero y estas medidas conllevarán estas cargas debajo del brazo a la
hora de obtener o de renovar su permiso de conducir que en primer lugar,
afectará tanto a la prueba teórica como a la práctica de los conductores
noveles. Y esto ha molestado a los
aspirantes y alegrado a las autoescuelas.
Los primeros porque intuyen que lo
tendrán más difícil, que les llevará más tiempo y que será más caro. Por otro
lado, las autoescuelas contentas porque van cumpliendo sus sueños de lucha
continua en favor de la mejora de la
calidad de la enseñanza. Pero, la medida que más revuelo ha levantado es la
relacionada con la formación permanente o reciclaje de todos los conductores,
imprescindible para renovar el permiso de conducir. ¡Esto ya es harina de otro
costal! Aquí las opiniones son de todo tipo y argumentaciones, pero el mínimo
común denominador se centra en el apartado económico: el Estado quiere recaudar más y las autoescuelas quieren engrosar sus
arcas. Para nada se resalta que las ventajas de disponer de unos
conductores de calidad son garantía para la convivencia y la seguridad. Nada de
nada porque la pela es la pela. La formación no se considera como una buena
inversión, si no como un desembolso de tiempo, esfuerzo y dinero. Hasta el
momento, renovar el permiso simplemente exigía someter al conductor a pruebas
de capacitación psicofísica y que fuese una puerta fácil para permitir
legalmente que la superen los sordos, los ciegos, los consumidores de todo tipo
de fármacos, de enfermedades mentales, alcohólicos o drogadictos... Y no nos
olvidamos de que este tipo de permisividad afecta a los niveles de seguridad. Pero
claro, siempre pensamos que los accidentes ocurren a los otros y nos olvidamos que
estos conductores que han superado las pruebas sin tener derecho a ello, van a
ser los causantes de nuestras heridas o muertes.
Por lo tanto, si lo que ha de primar es la
seguridad, no se entiende bien por qué lanzar las campana al aire cuando se
reclama mayor rigor y calidad, y esto implica, no solamente que el Centro de
Reconocimiento firme la autorización para iniciar o renovar, también debemos
reivindicar que todos los conductores estemos bien informados, formados y
educados, de forma inicial y de forma permanente. Porque la calidad de la
enseñanza está en la base del aprendizaje y en la puesta al día de las normas,
señales, de las habilidades y destrezas en el manejo de los vehículos, en las
formas de conducción eficiente y segura, en los factores de riesgos, en el
conocimiento básico de la mecánica más elemental y si me lo permiten, espero
que la DGT también incluya una formación práctica sobre Soporte Vital Básico. Las
críticas a esta decisión de la DGT, que etimológicamente deben hacer referencia
a lo bueno y a lo malo, inclinan la balanza hacia lo segundo, posiblemente
porque la ciudadanía no haya equilibrado bien la pica del razonamiento para primar
la calidad de los conductores como garantía de la seguridad vial de todos y la
mejor forma de conseguirlo es potenciando la calidad de la información, de la
formación inicial y permanente, de las revisiones psicofísicas y, cómo no, la
buena educación. La Movilidad Segura que se reclama con estas medidas
impopulares, han de propiciar unos conductores sabios y bien formados que
conocen, cumplen las normas y saben manjar con habilidad y destreza, pero
además, unos conductores educados que saben estar y conducirse para hacer el viaje de forma compartida, pacífica y segura.
1 comentario:
Como la vida misma. Nuestra incapacidad de vivir en sociedad se traduce en multitud de normas que debemos respetar en multitud de parcelas diferentes: normas con la comunidad de vecinos que, si no respetas pueden denunciarte. Normas en el trabajo que, si no respetas pueden acabar en despido. Normas en los sitios públicos...
Si vas a un restaurante y no paras de eructar con todas tus ganas seguro que la lias parda. ¿Por qué mantener entonces normas arcaicas e insuficientes para algo tan cotidiano en nuestras vidas como es la seguridad vial?. Vuelvo a repetirlo; como la vida misma. Cuanto más y mejor preparados estemos, más armóniosa será nuestra convivencia.
Un saludo.
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