Una vez más y con argumentos similares, la DGT española mete el dedo en la llaga
con los límites de velocidad en las carreteras convencionales, en las autovías
y autopistas. En las carreteras convencionales se reducirá el límite de
velocidad de 100 a 90 Km./h y en otros tramos incluso más. Además, sobre la
ubicación de los 350 radares no operativos, Tráfico
está trabajando para volver a ponerlos en funcionamiento, que añadirá a los 700
que hay instalados en las carreteras, colocándolos donde la velocidad superior
al limite es incuestionablemente como factor de riesgo. Por el contrario, en
las autovías y autopista, la propuesta es al alza hasta los 130, eso sí, de
forma variable y en tramos determinados o conforme a las condiciones de la vía,
del clima o de otras circunstancias, según se refleje en los paneles luminosos.
Estas
medidas han hecho saltar las alarmas impulsivas de forma individual y
colectiva, propiciadas más por el instinto natural frente a los límites, más
que por el fruto del razonamiento y posterior asimilación e interiorización,
olvidándonos de la línea aristotélica de que somos animales sociales por
naturaleza, porque lo primero cabrearse y protestar sin evocar argumentos
respaldados con juicios de valor. Porque en este tema, como en otros muchos,
todos somos expertos basados en argumentos solventes y científicos, tales como: a mi me parece, yo creo, pienso,
está claro lo que se pretende, lo que menos le importa es la seguridad, mejor
es que cuiden más el estado de las vías, con los coches que hay ahora, encima
que han subido los peajes … y así seguiremos la retahíla de falsos o no contrastados argumentos, que
si bien facilitan el desahogo de la plebe, impiden la racionalización cívica de
la norma, su asimilación y el posterior acatamiento. Eso sí, exigiendo a la
administración que nos aporte más razones de peso o que consulte a sus
ciudadanos. Lo curioso es que hemos protestado más por la bajada de límites en
las carreteras convencionales que por la subida (insuficiente para algunos) en
las autovías y autopistas. Y uno se pregunta:
¿Existen
razones de peso para que la DGT haya optado por estas nuevas modificaciones de
los límites máximos de velocidad?
Según datos de la DGT, se
trata de una medida que apunta a la seguridad, porque el 75% de los accidentes
se producen en carreteras convencionales de dos sentidos, debido a
despistes y excesos de velocidad con invasión del carril contrario. Pero hay
más factores de riesgo en estas vías: más incorporaciones y salidas de
vehículos, animales que se cruzan, peor trazado y señalización, en muchas pero
estado del firme, menor visibilidad … y todo ello, se puede ver incrementado
por las condiciones climáticas, el incremento del tráfico en períodos
vacacionales etc. Pero sin olvidarnos de que la subida de los peajes está
ahuyentando a muchos conductores hacia este tipo de carreteras, propiciando
menor fluidez y mayor riesgo.
Lo que el ciudadano normal no
encaja del todo es que la medida principal de seguridad, se centre en el
incremento de los radares, porque eso sí que suena a sanción y recaudación,
habiendo como hay medidas preventivas tanto o más importantes que esta.
Pese a que muchos conductores son
conscientes de que circular a una velocidad excesiva es un importante factor de
riesgo, todavía hay un pequeño reducto que no cumple los límites de velocidad
establecidos, sea cual sea el techo de los mismos. Según el estudio de INSIA en 2010, tendemos a circular por encima de los
límites establecidos y nos olvidamos de
la importancia de realizar una conducción responsable y adecuada, y de este modo evitar un tercio de los muertos en
accidente. En el 27% de los accidentes mortales en vía interurbana se apreció
la velocidad inadecuada como factor concurrente. “Las prisas te hacen cometer errores y conduciendo no hay segunda
oportunidad”. Por encima de la normas, los límites deben estar en la cabeza del
conductor responsable de saber conducir conforme a las mejores condiciones de
seguridad.
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