Manuel CASTAÑO, 12-01-13
Ya lo resaltábamos en el artículo
de la semana pasada, como lo han hecho todos los medios de comunicación en
España. El motivo no es para menos, porque el descenso de los fallecidos (que
no de accidentes y heridos) es altamente significativo. Tanto es así, que para
algunos agoreros, esta tendencia a la baja, es como una voz de alarma, ya que
este optimismo se puede traducir en una bajada de tensión y acción de la
Administración y de la sociedad que provoque un repunte en la siniestralidad.
Hoy por hoy, la realidad
optimista viene solapada por el Informe que presentó hace unos días la
Directora General de Tráfico, según el cual, España es el sétimo país europeo
con menos tasas de mortalidad por accidentes de tráfico. Y esto es razón
suficiente para celebrarlo y para estar satisfechos de que en la última década
la tendencia siempre haya sido a la baja. Pero, al mismo tiempo, me ha llamado
la atención y me ha llenado de satisfacción que, tanto el Ministro del Interior
como la propia María Seguí, se congratulen con los resultados, pero que
resalten que estos resultados exitosos se deben a una tarea de todos los
agentes sociales y como sumatorio de múltiples factores de difícil
determinación correlacional, pese a que con más frecuencia que rigor
científico, se suela atribuir la accidentalidad principalmente al factor
humano, la velocidad, las distracciones, el consumo de alcohol y otras drogas,
el estado de las vías… Porque esta falta de rigor y el mal uso o interpretación
de estos factores de riego pueden enmascarar la realidad y reducir la eficacia
en los niveles de intervención.
Apunta la Directora General de
Tráfico, que el éxito proviene de una mejora de las vías, de los vehículos, de
otras variables como la vigilancia y control… pero sobre todo, de la
implicación social, de la mejora de la formación y educación vial, del rechazo
social hacia los infractores y de la unificación internacional en materia de
seguridad vial. Con lo cual, está claro que el mérito es de la sociedad en su
conjunto, porque esta es una tarea de responsabilidad compartida.
Insistiendo en es descenso de la
mortalidad y en esta tarea de implicación social, creo que hay que resaltar que
este Informe Estadístico ha de ser una herramienta de evaluación que nos sirva
a todos, y especialmente a la DGT, para conocer mejor la realidad vial y los
efectos negativos y que este conocimiento detallado y riguroso sirva para
dinamizar propuestas y proyectos de mejora en todos y cada de los mayores
factores de riesgo. Porque de nada servirá conocer y resaltar que el 50% de los
fallecidos tenían 45 o más años, que el 60% de ellos eran varones, que el 63%
conductores y el 18% peatones. Como tampoco solucionamos el problema sabiendo
que el 78% de las muertes se produjeron en las vías interurbanas y de ellos el
36% por salidas de la vía o que el 45% de los conductores fallecidos tenían
restos de alcohol o drogas en su sangre. Los datos estadísticos son fríos e
inútiles si se quedan en el Informe. Estos datos deben ser considerados como
fuente de luz para seguir iluminando el camino de la reducción de la
siniestralidad y no podemos descansar hasta que hayamos conseguido el objetivo
cero.
En este sentido, es de agradecer
el cambio de rumbo que maraca la Directora General de Tráfico al comprometerse
con nuevas propuestas de mejora para el año iniciado, tales como la mejora de
la recogida integral de datos del accidente para los que es imprescindible la
colaboración de las Comunidades Autónomas y de los ayuntamientos; la mejora de
las vías interurbanas y de la señalización sin que se resientan por la crisis;
la posibilidad real de que la velocidad se incremente en las
autopistas-autovías y que se reduzca en las carreteras convencionales … y otra
serie de medidas que sin duda van sumando para seguir en la buena dirección.
Pero, lo que más me ha gustado, es que se haya apostado por la calidad del
factor humano por medio de la formación y de la Educación Vial. Porque las
cifras son solamente una parte consecuente de los accidentes y conocerlas es el
punto de partida para empezar a reducirlas con la implicación de todos, porque
en cada uno de nosotros es parte de la solución.
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