domingo, 3 de marzo de 2013

APOSTOLADO EN CARRETERA Y EMPATÍA EN LOS USUARIOS

Manuel CASTAÑO PARDO, 3-03-13

El fin de semana pasado, la Diócesis de Salamanca celebró las Jornadas de responsabilidad vial, con el lema de “La humanidad y los valores humanos”, bajo la dirección de Gabino Martín como Delegado del Apostolado en Carretera y la participación como conferenciante de María Seguí (Directora General de Tráfico).
En primer lugar, es de agradecer que la Diócesis se implique dentro de la responsabilidad compartida por la sociedad en la búsqueda de soluciones a los accidentes de tráfico y sus secuelas y además, porque su perspectiva religiosa transciende a la base humana de la que se deriva el mayor porcentaje de la siniestralidad y las mayores esperanzas de ser reducidas con intervenciones preventivas sobre todos los usuarios y con la participación activa de todos los ámbitos y estamentos sociopolíticos y religiosos.
Imagen del bolg de auoteseucals.com

También me da pié para conocer un poco más esta parcela diocesana, centrada en el apostolado sobre los cristianos y el uso de la carretera. Y para no errar ni un ápice en su contenido, he bebido de la Web de la Conferencia Episcopal Española en la que se resalta que “la Pastoral de la Carretera es un servicio que la Iglesia ofrece para alentar el anuncio y la vivencia de la fe cristiana de los profesionales, conductores, peatones y viajeros, en el uso de la vía pública y de los vehículos, que están generando una nueva forma de convivencia y de relaciones humanas. En toda esta tarea como en el ejercicio de cualquier actividad y derecho ciudadano, el primer principio que debe orientar la actuación de toda persona es el sentido de responsabilidad. Toda la moral del tráfico se fundamenta en el valor cristiano de la persona humana, “que está por encima de las cosas todas y cuyos derechos y deberes son universales e inviolables”.
Según la base eclesial de este servicio apostólico que hemos citado, no es de extrañar que los referentes sean el evangelio y los valores deseables para todos los cristianos, usuarios de las vías y de los vehículos, que bien podían ser extrapolables a cualquier ser humano, ya que incide en esos principios morales y esa ética mínima, centrados en el humanismo, en la convivencia, en las relaciones humanas y en la responsabilidad.
Por lo dicho anteriormente, no me extrañó nada que María Seguí orientase su intervención teniendo como eje de su discurso el factor humano y su incidencia negativa como el causante mayor de la siniestralidad y, por otra parte, su aportación positiva en cuanto agentes activos y participativos implicados en la prevención y solución de los problemas viales, poniendo como bandera ese humanismo liderado por la empatía que desarrolle valores y actitudes adecuados.
La empatía que identifica la inteligencia intelectual y la emocional con los sentimientos, pensamientos, actitudes y comportamientos de los otros. Término que la Directora General de Tráfico fue desgranando y llevando al territorio de la vialidad y de la humanidad empática de todos los usuarios de las vías. Por eso, insistía en que en el tráfico todos vamos al lado de todos y, en consecuencia, la solución pasa por la implicación responsable de todos y será mucho más fácil y rentable si pensamos, comprendemos y convivimos con los demás. En esa comunicación fluida y directa, fue esbozando su mensaje para propiciar esa empatía, porque en la carretera  como en la vida todos estamos conectados y si el problema está en las personas, la solución ha de venir de ellas. Terminaría uniendo lo humano con lo evangélico, sintetizando los principios y fines empáticos con el no hagas a los otros lo que no deseas para ti, porque en definitiva, tanto el mal como el bien que producimos revierte en quien lo genera. Sintetizó con una frase que nos lleva a la reflexión, a la empatía y al compromiso: “se necesita muy poca energía para batir un huevo y toda la ciencia del mundo no es capaz de recomponerlo”.

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