Manuel CASTAÑO PARDO, 9-03-12
El principio homeostático, frente a un nuevo cambio, siempre produce acciones y reacciones de inestabilidad que buscan el equilibrio entre las necesidades y la propia satisfacción de lo propuesto. Y si esto ocurre a nivel personal, imaginemos lo que puede sea nivel social.
Es posible, que por este motivo, ante la propuesta de cambio, que nos afecta y debería incluir a todos, ciertos partidos políticos, algunas asociaciones y muchos ciudadanos de a pié dejen verter su desacuerdo total o parcial, argumentado o interesado, frente a determinadas nuevas normas. Y es bueno que la opinión fluya y, como tal, sea de diferente calado y posición. Pero con frecuencia, solemos olvidarnos de contrastarla con la argumentarla con la normativa, el razonamiento y la búsqueda del bien colectivo sobre el individual, lo que implica ceder algo de nuestro posicionamiento o punto de vista ventajoso, porque casi siempre, desde una vertiente maquiavélica, lo que merece la pena es el fin perseguido, aunque no coincidamos en todo con los medios y, a veces, tengamos que renunciar a alguna de las partes.
Me llama la atención que la plebe se subleve ante acontecimientos como éste que lo que persigue es prevenir la siniestralidad y la convivencia entre los usuarios de las vías y, por el contrario, que sea tan pasota frente a las estadísticas y noticias de muertos y heridos en accidente. ¿Qué predomina en esta postura, los intereses personales o el bien común?
Que la velocidad cuanto mayor sea , más peligros encierra, nadie lo pone en duda. Pero seamos coherentes. Los unos protestan porque se va a permitir conducir a 130.Km.h en ciertos tramos de autopista y autovía regulados, según las circunstancias, con señales luminosas ya que la velocidad mata. Los otros afilan cuchillos porque se va a reducir la velocidad en las vías urbanas o en las carreteras secundarias y argumentan que estas medidas van a ir en contra de la fluidez, que van a favorecer los atascos y problemas de convivencia o que simplemente lo que persiguen es incrementar las sanciones y en consecuencia la recaudación. ¡Pongámonos de acuerdo o al menos no seamos tan extremistas o faltos de serias argumentaciones!
Pese a todo, veo bien que el cinturón de seguridad sea obligatoria para todos, porque en ello nos va la salud y la vida y también es acertado y justificado que los menores de dieciocho kilos de peso vayan con la sillita en sentido contrario a la velocidad.
Una de las cosas que me sorprende, frente a las argumentaciones dadas por las asociaciones que los representan, es que los ciclistas reivindiquen no llevar el casco en las ciudades porque es molesto, impide la visibilidad, porque la velocidad del ciclista no sea elevada o seamos el único país europeo en llevarlo. ¡La cabeza es como un cascarón de huevo que con poquito golpe produce grandes y severos desperfectos!
Pese a todo lo expuesto, y sin ánimo de convencer a nadie que previamente no esté autocenvencido, estimo que lo sustancial y lo que nos debe unir es la Movilidad y la Seguridad Vial de todos. En este sentido, apuesto por los nuevos cambios en general, para que podamos tener espacios viales bien definidos, compartidos y seguros que hay que considerarlos como un bien escaso que debemos aprender a compartir
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