M. CASTAÑO PARDO, 30-03-13
Según este nuevo informe de la OMS (2013), en todo el mundo mundial, sólo
uno de cada siete países tiene leyes integrales relacionadas con los cinco principales factores de riesgo de sufrir
lesiones o muerte por accidentes de tráfico. Da la impresión de que la OMS riza
el rizo con el juego de números, porque en realidad lo que quiere decirnos es
que de los 193 países existentes (que no reconocidos), tan sólo casi 28 son los
que tienen, teóricamente hablando, hechos sus deberes en el tema de la
Seguridad Vial y en cinco factores de alto es el riesgo: conducir bajo los
efectos del alcohol, el exceso de velocidad, la no utilización del casco, no
llevar colocado el cinturón de seguridad o llevar a los niños a granel sin los
sistemas de retención correspondientes. Pero estos cinco factores de riesgo, nosotros
los españolitos que nos movemos por vías y utilizamos transportes, lo tenemos
más que trillado y estamos hartos de que nos lo repitan con tanta frecuencia.
Pensamos que esto es tan solo para esos países pobres, desangelados e
inexistentes que bastante tiene con lo que tienen como para ponerse a pensar en
coches, motos, cascos, cinturones, velocidades y que por no tener, no tendrán
ni un poco de alcohol para poder ahogar sus penas.
Mientras la mayor parte de la población sufre
los efectos de las lesiones y muertes ocasionados por la falta de normativa en
materia de seguridad vial, los pertenecientes al club de privilegiados, nos
discutimos el puesto de hornos, pese a que a un buen número de ciudadanos nos
importe tres pepinos el tema de la Movilidad Segura y mejorar en los cinco
factores de mayor riesgo, porque seguimos incumpliendo las normas, demostrando
nuestro incivismo, incrementado la accidentalidad y peleándonos año tras año
para que las estadísticas sean ligeramente más bajas que el anterior. Pero en
el fondo poco va cambiando.
Es posible que el tarro de las
esencias para la seguridad estribe en la educación de los ciudadanos, sobre
todo, en los países más pobres y olvidados; porque, posiblemente sus factores
de riesgo nada tienen que ver con los vehículos, que ni conocen o jamás podrán
tener ocasión de poseerlos. Por eso, en los países desarrollados se necesita
voluntad política al más alto nivel de gobierno para conseguir esta legislación
vial y para los emergentes inversión en educación y cubrir las necesidades
básicas, pues para la mayoría de ellos, su esfuerzo ha de estar centrado en la
lucha contra otros enemigos de la salud y los aliados de la muerte que nada
tiene que ver con el tráfico.
En consecuencia, si parece lógico
pensar que las leyes educativas y viales si pueden ser herramientas adecuadas
para invertir la tendencia de siniestralidad al alza para el año 2020.
Pero, curiosamente, pese a todo,
si los ciudadanos no asumimos la responsabilidad compartida y el compromiso, no
merecerá la pena el intento. Todo quedará en el olvido si nos oponemos a la
reducción de la velocidad, si seguimos bebiendo cuando conducimos, si nos
resulta caro o molesto usar el casco y si nos olvidamos de poner el cinturón o
de sujetar con seguridad a nuestros hijos. Pues como dice la Directora General
de la OMS, Dra. Margaret Chan: «Si no conseguimos esto, las familias y las
comunidades seguirán llorando la pérdida de sus seres queridos, y los sistemas
de salud seguirán teniendo que hacer frente a la carga que supone la atención a
las lesiones». Lo previsible es
que de no aplicarse medidas adecuadas, en el 2020 sumaremos casi dos millones
de muertes por accidentes de tráfico.
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