M. CASTAÑO PARDO, 18-05-13
No sé por qué razón de peso,
siempre que se aborda algún tema de Seguridad Vial, el emisor inicia su mensaje
con un riego por aspersión de infinidad de datos estadísticos, que los
receptores escuchan atónitos pero que olvidan al momento. Pese a esta actitud,
el disertante sigue insistiendo en lo relevante de esos datos realzándolos con
una artística presentación en Power Point, bajada de su Drive o Dropbox. Y uno
siempre se pregunta que para qué tanto dato si al final no contribuyen a dar
solución o propuestas de mejora con el fin de reducir a la mínima expresión el
problema y así lo innecesario de las estadísticas.
Tal es el caso que tratamos hoy
con la problemática que genera la movilidad vial en los itinerarios de
casa-trabajo-casa, en los desplazamientos dentro de la empresa o en los
recorridos de los trabajadores en misión. Aclarando para el neófito en la
materia, lo que en pocas palabras podemos resumir como la problemática que se podía
evitar si todos los trabajadores hiciésemos las cosas como se debe cuando vamos
o volvemos de trabajar, cuando nos desplazamos en los recintos de la empresa o
cuando hacemos desplazamientos relacionados con el trabajo, dentro de la
jornada laboral, pero fuera de la
empresa.
No será el que suscribe quien
utilice los datos, pero sí los pondré en boca de quien ya los ha citado, porque
por lo visto es importante romper con el estereotipo de que los accidentes
viales sean atribuibles a “joven y fin de
semana”. Todo lo contrario, la tendencia se ha invertido: los jóvenes son
más educados y cívicos y los que mayor expuestos están al peligro vial son “los cuarentones y en su jornada laboral”. Este
binomio de “cuarentón y trabajo” es el motivo principal por el que quiero comentar
con todos ustedes la importancia de la formación y educación que debemos
recibir en nuestros centros de trabajo y la responsabilidad que tienen nuestras
empresas y nosotros mismos de contribuir a ello, para reducir las tasas de la
nefasta siniestralidad y todos los sinsabores que acarrea para la persona que
lo sufre, para su familia, para la empresa y para la sociedad en su conjunto,
sin olvidarnos del medio ambiente. Pese a que el objetivo prioritario de la
movilidad segura debería centrarse en la defensa de la salud, la vida, la
convivencia y el respeto al medioambiente, con el fin de que podamos situar la
incidencia en el plano económico (que es el motor universal), la estimación más
reciente del coste individual de una víctima por accidente de tráfico en España
ha sido la realizada por la Universidades de Murcia y de Sevilla (2010). En este informe se ha
estimado que el Valor de una Vida Estadística (VVE) de una persona cualquiera,
en el contexto de los accidentes de tráfico, asciende a 1,3 millones de euros
que, una vez sumadas las pérdidas netas de producción y los costes médicos y de
ambulancia, se traduce en un Valor por Evitar o Prevenir un Fallecimiento (VPF)
de 1,4 millones de euro. Pese a este informe y a todos los inconvenientes que
hemos resaltado y pese a la existencia de la Ley de Prevención de Riesgos
Laborales, los deseos de la Administración, los de algunos empresarios y los de
muchos trabajadores, está costando Dios y ayuda que los Planes Estratégicos de
Movilidad Segura, entren a formar parte de la seguridad laboral de las
empresas. Y no es razón de peso el recurrente de que “con esto de la crisis”, porque la formación y educación vial de
los trabajadores puede incluirse dentro de los planes de formación empresarial
y sin coste alguno, porque, de hecho, están subvencionados.
No es difícil comprender los
beneficios que reportaría este tipo de acción preventiva para la propia empresa
en cuanto a la rentabilidad e imagen, para los trabajadores y familiares en
relación a su seguridad, a la sociedad en su conjunto al ganar enteros en
respeto con una convivencia pacífica y
como protección al medio ambiente. Son tantos los beneficios que la
pregunta clave es ¿A qué esperamos?
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