La Dirección General de Tráfico acaba de publicar un informe sobre “Las principales cifras de la siniestralidad vial en España 2010”. A bombo y platillo se resalta que tan solo se han registrado 2.478 víctimas mortales, 11.995 heridos graves y 108.350 heridos leves. Las estadísticas inciden en que entre 2001 y 2010, el número anual de víctimas mortales cayó un 55%, evitándose así 9.500 muertes a lo largo de esta década. Lo que no se dice es que, pese a estar rebajando las cifras, estas son demasiado y escalofriantes. Este informe trata de reflejar un éxito cuantitativo, a la vez que olvida lo cualitativo, pues las víctimas de los accidentes no son solamente cifras. Por desgracia esos datos encierran muerte, dolor, incomprensión y casi siempre permisión y olvido, tanto por la propia administración como por la sociedad. Tan solo las asociaciones de víctimas de los accidentes de tráfico persisten en recordarnos que es inadmisible asumir con total pasotismo y olvido lo absurdo de los accidentes y sus terribles consecuencias de quien los sufre y de sus familiares.
En este sentido, me permito tocar la conciencia ciudadana al considerar que no estaría mal que en estas fechas de recuerdo y celebraciones litúrgicas hacia los santos y nuestro queridos difuntos, encontrásemos un momento para unirnos solidariamente a los miles de personas que perdieron su vida en la carretera. Que sería adecuado y justo que expresásemos nuestros sentimientos de recuerdo, cariño y comprensión hacia sus familiares, e incluso que se nos escapase alguna oración para los que se fueron y para quienes tienen que padecer a lo largo de su vida la incomprensión de su ausencia.
Porque ¿quién se acuerda de las víctimas de los accidentes de tráfico? Raramente son noticia de los medios de comunicación, a no ser que se trate de una gran catástrofe, donde predomina el morbo; o de la muerte de algún personaje famoso, donde, además del morbo, se incrementan los niveles de venta o de audiencia. Uno llega a entender y comprender que las asociaciones que defienden a las víctimas, reclamen justicia y, en determinados momentos, hagan saltar las alarmas y reclamen a la sociedad la importancia de no sentirse solos, la conveniencia de recordar a los muertos y heridos, máxime en determinados casos ante la actitud tan cobarde de quien causó el accidente por imprudencia, abandono del reglamento, alcoholemia o cualquier otra causa. Porque estas actitudes de chulería son las que enervan a muchos ciudadanos que han vivido situaciones similares en las que han perdido un ser querido matado por alguien que conducía de manera imprudente.
Así pues, no estaría mal que en estos días tuviésemos un recuerdo muy especial para cada una de las víctimas de tráfico y diésemos apoyo y comprensión a las asociaciones que intentan recordarnos la importancia de evitar esos accidentes y de que no olvidemos a sus familiares: Stop Accidentes, DIA, P(A)T y AESLEME. ¡Qué bien que todas ellas han unido sus fuerzas para, de cara a las próximas elecciones generales, recordar a todos los partidos políticos la importancia de incluir en sus programas electores medidas preventivas de seguridad vial, continuando con la labor de concienciarnos a todos y con el objetivo de disminuir los accidentes de tráfico. Porque, como bien resaltan los propios afectados, casi 3.000 muertos y miles de heridos graves al año, aún son muchos, sobre todo si tenemos en cuenta que los siniestros de tráfico son evitables. Por tanto, se entiende que el objetivo sea de cero víctimas. Con nuestro recuerdo y apoyo a las víctimas de los siniestros viales estaremos colaborando a minimizar su dolor y a entender que la mejor manera de evitarlos es comprometiéndonos todos para prevenirlos.
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