Parece ser, y resalto lo de parece, que ya pocos dudan de que la Seguridad Vial sea una importante inquietud mundial, social, económica y que está relacionada al desarrollo y a la salud pública. Tampoco pasa desapercibido que, además de causar un sufrimiento indecible, las lesiones y decesos a causa de accidentes de tráfico en todo el mundo suponen un costo financiero anual que asciende a cientos de miles de millones de euros. Es decir, que el tema de la Movilidad Segura no deja de estar en el candelero de la actualidad y en la preocupación de los organismos internacionales, europeos y nacionales. No obstante, cabe preguntarse si esta alarmante preocupación y realidad social de la que se habla, tiene indicios suficientes de ser llevada a la práctica. Porque una cosa es predicar (sobran reuniones, comisiones, declaraciones, planes, proyectos…) y otra muy distinta es dar trigo, lo que implica que esos planes sean: viables, ejecutables y evaluables.
Para refrescar un poco la memoria, este mes de noviembre nos evoca el primer aniversario de la Primera Conferencia Ministerial Mundial sobre Seguridad Vial, que se celebró en Moscú. La reunión culminó con la adopción de la Declaración de Moscú, que invitaba a la Asamblea General de la ONU para declarar una Década de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020. Fruto de aquellos barros han surgido otros lodos, y es así como la Asamblea General de la ONU, en su resolución 3 de marzo de 2010, puso de relieve la importancia de la Seguridad Vial para las Naciones y declaró la década 2011-2020, como Década de la Seguridad Vial.
Constantemente se viene resaltando que muchos de los accidentes son causados por factores que son conocidos y que pueden prevenirse: conducir a alta velocidad o bajo la influencia del alcohol; no utilizar el cinturón de seguridad, los asientos para niños o el casco; la falta de respeto hacia los usuarios vulnerables, entre ellos peatones y ciclistas, y una infraestructura vial insegura. La ONU dice saber cómo hacer frente a estos factores y que debemos achicar la brecha entre saber y hacer. Parece ser que para la ONU fijar los objetivos ayuda a motivar a la gente a llevar a cabo una acción. Lo que hace falta, pues, es pasar de la teoría a la práctica. Es decir, que los ayuntamientos (último eslabón de la ejecución) incorporen estas estrategias y estos objetivos en sus Planes Estratégicos de Seguridad Vial o Planes de Movilidad, como les quiera llamar. Porque lo importante no es el nombre o los votos que se piensan obtener, lo verdaderamente prioritario es la salud y la seguridad de los usuarios de las vías. Las instituciones nacionales, de las comunidades autónomas y de los municipios deben diseñar y aplicar políticas de Seguridad Vial de manera eficaz. Y una fórmula eficiente es concienciando e implicando en esos proyectos a la ciudadanía. Si los ciudadanos no ven el proyecto como suyo, si no se cuenta con ellos, si no se les pide opinión, jamás se comprometerán en el logro de los objetivos. Es así como la Seguridad Vial se percibirá como un bien social y personal que entre todos debemos conseguir. Es así como se siembra el germen de la responsabilidad compartida. Bien es cierto que España se ha presentado en Europa como un ejemplo de buenas prácticas a imitar, pero, ¿se imaginan lo que hubiese logrado si la implicación ciudadana en el Plan Nacional de Seguridad Vial 2004-2008 hubiese sido mayor?
El fenómeno circulatorio de personas, vehículos y mercancías, debe ser fluido, seguro y en perfecta armonía entre los usuarios y el medio ambiente para lograr una Movilidad Eficiente, ecológica y Segura. Para alcanzar estos objetivos, las Administraciones han de jugar un papel importante, pero sin la colaboración y responsabilidad compartida de todos y cada uno de los ciudadanos, será un intento fallido.¡Juntos podemos! Contamos contigo, porque PREVENIR ES INVERTIR.
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