jueves, 24 de febrero de 2011

Pacificar el tráfico urbano


M. CASTAÑO. Febrero, 2011.
Con la llegada de los vehículos a nuestra sociedad, lo que aparentaba ser una pincelada de progreso daba inicio a una serie de problemas y modificaciones de los espacios y del desarrollo armónico y sostenible. Los vehículos irrumpieron con el acelerador a fondo. Los espacios urbanos e interurbanos fueron invadidos por los más fuertes y agresivos, relegando a los débiles y vulnerables a refugiarse, callada y sumisamente, en los conucos de mayor protección. Los peatones fueron acosados y llevados contra las paredes y relegados a los jardines y plazas. Pero está claro que el que se calla y se somete, finaliza convirtiéndose en esclavo sumiso y perdedor de sus derechos. El vehículo se ha hecho el dueño y señor de la jungla y el problema se incrementa porque la mayor parte de los conductores nos transformamos incrementando la agresividad en cuanto ponemos las posaderas en el asiento.Además de esta prepotencia del conductor sobre los peatones, se añaden otras variables que afectan a la convivencia cívica, a la armonía, al respeto y al reparto físico de los espacios urbanos: la reducción de espacios peatonales, el estrechamiento e invasión de las aceras, la carencia de los espacios verdes, la aniquilación de las plazas urbanas… Pero sobre todo, la velocidad inadecuada que desarrollan y la alta ocupación física de los vehículos.Visto lo cual, la Dirección General de Tráfico está obsesionada y con cierta dosis de ansiedad por reducir las estadísticas de accidentalidad urbana. Y por eso, le ha tocado el turno a las ciudades donde se producen demasiados atropellos a peatones debido a la velocidad inadecuada. Al parecer, como los Planes Estratégicos Urbanos no están funcionando bien, Tráfico se propone pacificar y llevar el orden a las calles de las ciudades. Y lo hará convirtiendo a los peatones en protagonistas y colocando los coches a la retaguardia, con el objetivo de reducir a la mitad la cifra de muertos por atropello en casco urbano. La propuesta es reducir la velocidad en las vías urbanas de carril único o de un solo carril para cada sentido, a 30 kilómetros por hora, en lugar de los 50 actuales.El argumento mayor para tomar esta medida se basa en que "a 70 kilómetros por hora no se salva nadie, a 50 se salva el 50% y a 30 se salvan el 95% de los peatones. Pero, si bien el fin es muy aceptable, sería deseable que siempre que se aseveran cifras de tan magna importancia se argumentaran y se citase la fuente de investigación, más que nada para evitar que se quede en una simple opinión o creencia o dejar a un lado otros factores de riesgo.Claro está que esta medida supondrá una mejora significativa para la sostenibilidad y la seguridad vial en las ciudades y, además, que facilitará la circulación de las bicicletas por la calzada (que ya está bien de abusar de las aceras). Pero también coincidimos con el arquitecto JanGehl en que con el simple cambio de jerarquía en la importancia que le damos a la relación peatón y vehículos, nuestros pueblos y ciudades serían infinitamente mas humanas y habitables.Porque muchas veces, el fin no justifica los medios. Calmar el tráfico, para evitar tanto atropello, es loable y deseable, ahora bien, pensar que esto solamente se consigue mediante medidas restrictivas y sancionadoras es perder una vez más la confianza en el ser humano y en la oportunidad que nos brindaría el futuro si implementásemos la educación cívica y vial en los usuarios de las vías. Pero esto es otro cantar. Sería una buena inversión para el futuro y como tal, no tiene visos de hacerse realidad, y menos en época de crisis económica y de ideas. Con la llegada de los vehículos a nuestra sociedad, lo que aparentaba ser una pincelada de progreso daba inicio a una serie de problemas y modificaciones de los espacios y del desarrollo armónico y sostenible. Los vehículos irrumpieron con el acelerador a fondo. Los espacios urbanos e interurbanos fueron invadidos por los más fuertes y agresivos, relegando a los débiles y vulnerables a refugiarse, callada y sumisamente, en los conucos de mayor protección. Los peatones fueron acosados y llevados contra las paredes y relegados a los jardines y plazas. Pero está claro que el que se calla y se somete, finaliza convirtiéndose en esclavo sumiso y perdedor de sus derechos. El vehículo se ha hecho el dueño y señor de la jungla y el problema se incrementa porque la mayor parte de los conductores nos transformamos incrementando la agresividad en cuanto ponemos las posaderas en el asiento.Además de esta prepotencia del conductor sobre los peatones, se añaden otras variables que afectan a la convivencia cívica, a la armonía, al respeto y al reparto físico de los espacios urbanos: la reducción de espacios peatonales, el estrechamiento e invasión de las aceras, la carencia de los espacios verdes, la aniquilación de las plazas urbanas… Pero sobre todo, la velocidad inadecuada que desarrollan y la alta ocupación física de los vehículos.Visto lo cual, la Dirección General de Tráfico está obsesionada y con cierta dosis de ansiedad por reducir las estadísticas de accidentalidad urbana. Y por eso, le ha tocado el turno a las ciudades donde se producen demasiados atropellos a peatones debido a la velocidad inadecuada. Al parecer, como los Planes Estratégicos Urbanos no están funcionando bien, Tráfico se propone pacificar y llevar el orden a las calles de las ciudades. Y lo hará convirtiendo a los peatones en protagonistas y colocando los coches a la retaguardia, con el objetivo de reducir a la mitad la cifra de muertos por atropello en casco urbano. La propuesta es reducir la velocidad en las vías urbanas de carril único o de un solo carril para cada sentido, a 30 kilómetros por hora, en lugar de los 50 actuales.El argumento mayor para tomar esta medida se basa en que "a 70 kilómetros por hora no se salva nadie, a 50 se salva el 50% y a 30 se salvan el 95% de los peatones. Pero, si bien el fin es muy aceptable, sería deseable que siempre que se aseveran cifras de tan magna importancia se argumentaran y se citase la fuente de investigación, más que nada para evitar que se quede en una simple opinión o creencia o dejar a un lado otros factores de riesgo.Claro está que esta medida supondrá una mejora significativa para la sostenibilidad y la seguridad vial en las ciudades y, además, que facilitará la circulación de las bicicletas por la calzada (que ya está bien de abusar de las aceras). Pero también coincidimos con el arquitecto JanGehl en que con el simple cambio de jerarquía en la importancia que le damos a la relación peatón y vehículos, nuestros pueblos y ciudades serían infinitamente mas humanas y habitables.Porque muchas veces, el fin no justifica los medios. Calmar el tráfico, para evitar tanto atropello, es loable y deseable, ahora bien, pensar que esto solamente se consigue mediante medidas restrictivas y sancionadoras es perder una vez más la confianza en el ser humano y en la oportunidad que nos brindaría el futuro si implementásemos la educación cívica y vial en los usuarios de las vías. Pero esto es otro cantar. Sería una buena inversión para el futuro y como tal, no tiene visos de hacerse realidad, y menos en época de crisis económica y de ideas.

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