sábado, 10 de diciembre de 2011

Conductores picnolépticos

En la historia de la filosofía, no pocos pensadores han dedicado sus reflexiones al concepto de la distracción como aquel fenómeno que afecta a la duración (tiempo) inconsciente de las persona. Distracción, del latín distractĭo, es la acción y efecto de distraer. Hace referencia a entretener, divertir o apartar la atención de alguien de aquello a que la aplicaba o a que debía aplicarla.
En el ámbito, del tráfico también ocurre lo mismo. Según datos de la DGT, las distracciones al volante causan un 39% de los accidentes. De todos los agentes facilitadores de la distracción del conductor, el uso inadecuado del móvil ocupa el centro del podium. Y con frecuencia se nos olvida o desconocemos que hablar por el móvil o marcar un número durante la conducción, puede aumentar entre 5 y 10 veces la posibilidad de sufrir u ocasionar un accidente de tráfico.
Las distracciones se constituyen en un gran factor de riesgo no percibido. Se producen por el déficit de atención del conductor y, como consecuencia inmediata, ocasionan un retraso en la obtención de la información y en la toma de decisiones necesarias para conducir de forma segura. La falta de atención en el conductor sucede porque algún objeto o persona desvía su atención de la tarea que debe ejecutar con precisión. El origen puede estar en el interior del vehículo o en las propias acciones rutinarias del conductor: encender un cigarro, ajustar la radio, responder a una llamada, marcar un número de teléfono, buscar algo, consultar el mapa o navegador,…
Pero también, la causa puede deberse a los elementos distractores externos, como poden ser las condiciones meteorológicas, los carteles de publicidad o de las obras, el propio paisaje o simplemente ir pensando en las musarañas que originan las ausencias mentales sobre la realidad.
La distracción, por lo tanto, es algo que atrae la atención. Cuando alguien se distrae, deja de prestar atención a algo y la deriva hacia el nuevo punto de interés. Hay distracciones buscadas adrede, distracciones inofensivas y distracciones con consecuencias que pueden ser muy peligrosas. Esas ausencias o distracciones, voluntarias o no, Paul Virilio las denomina picnolepsias como aquellos tiempos ausentes (inconscientes) donde nada ocurre, que los sentidos no perciben y que el sujeto no es consciente de que hayan ocurrido. Si pensamos detenidamente sobre nuestros niveles de atención cuando conducimos, nos daremos cuenta de que las ausencias mentales o faltas de atención son más abundantes de lo que nos creemos. Solemos tener distracciones inconscientes, desvíos de atención, momentos perdidos… que nos llevan a considerar que en varios tramos del viaje hemos estado conduciendo por inercia pero no por consciencia.
Los conductores picnolépticos han de fundamentarse en la prevención, referida a las acciones para evitar que se produzcan actividades distractoras o tiempos perdidos de inconsciencia. Una buena estrategia es potenciar la concentración, para centrarse, de forma excluyente, en la tarea de conducir, evitando realizar cualquier otra actividad. Otra se basa en practicar la anticipación o capacidad de contextualizar debidamente la situación en la que se conduce y los cambios que pueden producirse, incluidos los derivados del comportamiento de otros conductores. Así pues, la prevención, la atención y la anticipación pueden favorecer los estados de consciencia del conductor picnoléptico y, de este modo, jugar un papel importante para la Movilidad Segura aplicándose a la tarea de conducir.

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