domingo, 18 de marzo de 2012

LOS NIÑOS NO MUEREN, SE VAN AL CIELO

Unidos en el dolor inexplicable
M. Castaño Pardo (18-03-2012)
En aquel martes aciago, la mañana se despertó perezosamente impregnada de luz por el radiante sol en el Valais, donde un grupo de niños finalizaban felizmente unos días, teóricamente inolvidables, en contacto con la nieve, a la par que sus caras reflejaban la tristeza asumida por la evidencia del retorno, tan sólo aliviado por el pensamiento de  llegar a sus casa y colegio para abrazar a sus padres, hermanos y amigos, imbuidos de nervios por contar precipitadamente el cúmulo de experiencias y anécdotas que abarrotaban sus mentes. Inesperadamente, el calor y los sueños de ese día primaveral, la mezcla de alegría, pena y deseos por llegar  y  la vida a raudales que rebosaba en el autobús, se vieron truncados por la tragedia y  el escalofrío que atenazaban a los familiares,  autoridades, policiales y servicios de emergencia, y a los  ciudadanos, que, conforme recibíamos la noticia, éramos incapaces de asumir el trágico balance del siniestro vial ocurrido en Suiza, con el resultado tan nefasto como indigerible, de un total de 28 personas, incluidos 22 niños, que acababan de perder su vida en la madrugada del martes con el añadido de los heridos graves y leves.
Las actitudes humanas ante la tragedia, con frecuencia son contradictorias, pues la muerte, en sí misma, encierra la contradicción plena frente a la vida. Sin duda que muchos niños y niñas, a raíz de este siniestro vial, han descubierto de sopetón, lo que los adultos le han ocultado siempre con sigilo y se han enterado de que la muerte también puede sobrevenir a la más tierna edad, porque el valor de la vida implica llevarle de compañera. Más complejo será para un menor encontrar explicaciones cuando la vida pierde la batalla de esta manera tan inesperada como trágica e inexplicable. Acontecimientos de este calibre suelen cumplir una  labor pedagógica tanto en los hogares como en los centros educativos donde las preguntas de los menores, reclaman a los adultos respuestas acordes a sus edades, que ayuden a calmar sus miedos y que den respuesta sobre el tema a sus interrogantes. Porque la muerte es el mayor enemigo de la vida, el gran enigma y uno de los retos que, de momento, somos incapaces de explicar y superar pero que no nos queda más remedio que asumir por no poder eludirla.
Por eso, la extrema dureza de lo ocurrido, es "incomprensible" y nunca asumible, pero sí explicable desde la causalidad. Porque, sin duda, que detrás de cada caso, al margen del número de fallecidos y de su edad, siempre hay una causa que se podía haber evitado con medidas preventivas, actuando sobre  el factor humano, la máquina, el estado de la vía...
Sin duda que "el fallo causante"  podía haberse evitado como todos los accidentes ocurridos y los que vendrán. Un drama posiblemente sin precedentes en Suiza como lo fueron otros similares en diferentes países y que, pese al dolor e incomprensión del momento, han pasado al cuarto trastero de nuestra frágil memoria. Una "catástrofe terrible y de difícil comprensión y asimilación generadora de cuantiosos sentimientos de tristeza que desata los deseos de expresar nuestras condolencias a las familias de los fallecidos y la pronta recuperación de los heridos. Pero, deseando que se lleve a cabo una investigue profunda en la búsqueda de las causas del fatal desenlace, para que nunca más se pierda una sola vida injustificadamente.
La sociedad civil debe seguir reclamando de sus autoridades el compromiso social y  político para apostar por las medidas preventivas para la Movilidad Segura. Porque nos queda mucho por hacer para evitar que se produzca un solo siniestro y no podemos asumir y tolerar el goteo diario o  darnos golpes de pecho ante la tragedia de un siniestro colectivo como alternativa.
Recuerdo el texto de la canción que dice: y llora la tierra, también llora el cielo, cada vez que un niño se queda en silencio. Los niños no mueren, solamente van al cielo… Lo que no comprendo es por qué estos niños se han tenido que ir tan pronto y de forma tan absurda.

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