Cada vez que se habla de accidentes de tráfico, suele ser común denominador del parlante o escribiente, iniciarse con las cifras estadísticas, que si bien son de escándalo e inaceptables, aportan cierta dosis de cientificidad, pero que de nada sirven para recabar la sensibilidad, la reflexión y el compromiso de la sociedad y de las administraciones para potenciar el esfuerzo hacia la “visión cero” de los accidentes. El la muerte, el dolor y todas sus secuelas nos llegan de rebote. Pero somos duros de oído e insensibles: predíqueme usted fraile, que por un oído me entra y por el otro me sale que en el mundo los accidentes produzcan la muerte de cerca de 1,3 millones de personas y daños o alguna incapacidad en otros 50 millones.
La sordera personal, administrativa y social sigue siendo crónica, pese a la reincidencia del martilleo diario de los accidentes. Pese a la gravead de sus secuelas, pues como reafirma Francisco Canes (presidente de la Asociación Estatal de Víctimas de Accidentes, DIA): “cuando hay un accidente existen pocas formas de resarcir a las víctimas y a las familias que también son víctimas directas del siniestro”. Es imposible volver a la vida a un ser querido. En muchas ocasiones las lesiones son irreversibles, los perjuicios económicos y morales son evidentes…, por lo que sólo queda darle el valor de la justicia, el monetario (las penas con pan son menores), el apoyo y la comprensión ante la pérdida humana, porque compartir el dolor y la pena es una terapia solidaria y porque todos nosotros estamos en la lista de ser posibles accidentados.
En este sentido, llevan razón estas Asociaciones clamando al cielo para que la justicia condene penalmente a quienes ponen en peligro temerariamente la vida de los demás y que las indemnizaciones deben ajustarse a la realidad económica y a la verdadera dimensión de la pérdida sufrida.
En octubre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el apoyo de la OMS, adoptó una resolución que instaba a los gobiernos a declarar el tercer domingo de noviembre como Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, con el objetivo de ofrecer reconocimiento a las víctimas de accidentes y a la difícil situación de los familiares frente a las consecuencias emocionales y prácticas. El tercer domingo fue anteayer y se ha podido ver la transcendencia en las personas, en nuestra ciudad y en la sociedad. ¡Pasotismo puro y duro!
Frente a este tipo de actitudes para Stop Accidentes, es importante reiterar que no están “conformes con la euforia de las estadísticas que señalan que ‘han bajado los muertos’, porque detrás de esos fríos números, ven la realidad del dolor, ven a personas que han roto para siempre sus ilusiones y proyectos de vida. Los muertos no restan, se suman año tras año a este dolor que no cesa”. Por eso, todos nos debemos implicarnos para prevenir y evitar los comportamientos peligrosos en carretera y para promover buenas prácticas relacionadas con el casco, el alcohol, la velocidad y el cinturón de seguridad. Mientras tanto, La soledad y el dolor acompañarán a las víctimas y nosotros seguiremos pasando y pensando que nunca seremos víctimas de un accidente, porque eso, sencillamente, le pasa a los otros. ¡Que Dios nos pille confesados!
1 comentario:
Quizás le apetezca seguir mis blogs. En ellos hablo de la Seguridad Vial desde otro punto: el de las víctimas. Intentando concienciar desde el dolor y la fuerza que nos dan las pérdidas. A mi hija la mató un conductor borracho va para seis años. Desde entonces intento concienciar, especialmente a los jóvenes. Gracias por vuestra labor de profesores. Por intentar enseñar y salvar a nuestros hijos.
Flor, madre de Helena.
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