lunes, 15 de octubre de 2012

DE TRAPITOS Y GORRILLAS

MANUEL CASTAÑO, 15-10-2012
Una de las grandes ventajas que los medios de transporte ofrecen al ser humano es la posibilidad de desplazarse con rapidez y comodidad, aspectos que en muchas ocasiones permiten dejar a un lado la percepción que entraña en relación a los posibles riesgos. Viajar es un placer para ampliar el horizonte de los sentidos, la imaginación y la capacidad de abrir la mente para llenarla de nuevas experiencias, cultura y fomentar la interculturalidad. Viajar es una buena forma de aprender y una posibilidad de sorprenderte, incluso por los detalles de bajo impacto.

El fenómeno circulatorio también puede ofrecernos detalles curiosos en la evolución del ser humano. Limitaré estas líneas a una profesión surgida de la propia necesidad de algunas personas para poder ganarse la vida sacando algunas monedas por el servicio de ayudar a aparcar los vehículos en las zonas donde este tipo de espacio resulta casi imposible por aglomeraciones o densidad de población y tráfico. Este negocio, porque en ello se ha convertido para algunos listillos, ha florecido en muchas partes del mundo, teniendo connotaciones comunes en cuanto al origen y a la forma, pero diferenciándose en cuanto a los métodos, fines y denominación. Lo que surgió como una forma temporal de ayuda a parados o necesitados, para algunos ha pasado a ser una forma de vida rentable y sin dar golpe.
En el castizo barrio bonaerense de Palermo abundan los trapitos; esta especie de aparcacoches organizados. A la hora de tratar de aparcar el vehículo, el conductor vislumbra a lo lejos, a un morocho desaliñado y de no agradable aspecto, con un pañuelo en la mano y agitado con presteza, señala el hueco del aparcamiento a cambio de unos cuantos pesos. Pero los supuestos servicios de estos trapitos no terminan en la calle. Se extiende a las zonas de aglomeraciones por actividades deportivas o conciertos donde los aparcamientos, en tanto más escasos, se convierten en un valor en alza, pues de los ocho pesos ordinarios, pueden llegar a sobrepasar los cien.
Y estos de los trapitos bonaerenses nos recuerdan a nuestros gorrillas españoles, que se extendieron como la pólvora por toda la geografía. Ambos servicios, tan ilegales como admitidos por la autoridad y la ciudadanía, se han convertido en poco tiempo en un modus vivendi que conlleva un pequeño gasto al conductor, traducido en aportación voluntaria o presionada que a veces se convierte en extorsión y amenazas. Pero estimo que si ambos pueden ser parecidos, también admiten sus diferencias. Porque los trapitos vigilan, cuidan y ofrecen cierta garantía del vehículo, pero si la propina no existiera, las consecuencias pueden ser de consideración y de extorsión. El negocio puede ser tan lucrativo que la competencia por el tema se convierte en mafia o en peleas entre bandas que reclaman su parcela y que no en pocas ocasiones han sido relacionados con corrupciones policiales o políticas. Los gorrillas españoles son parecidos pero diferentes. Pese a que ciertos ayuntamientos los han querido legalizar, actúan con otro rigor, profesionalidad y más controlados por la autoridad, sin olvidarnos de grupos incontrolados.
Este tema me trae a colación la letra del tango Cambalache, escrito por Enrique Santos Discépolo (1959), en el que ya dejaba caer que "el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos, caradura o polizón. Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros,…"
de todas formas, para arreglar este problema nos queda mucho por hacer y cambiar.

1 comentario:

ADMINISTRADOR dijo...

Hola Manuel,leí atentamente tu escrito, te comento que aca en Ecuador, la realidad tambien se acerca mucho a los trapitos, existen tambien personas dedicadas al supuesto servicio de cuidado del vehículo y en casos de espectáculos publicos la tarifa se incrementa considerablemente, sin existir ningun control sobre precios o servicios, te exigen pago adelantado y cuando sales del espectáculo y caminas al vehículo ya no estan los cuidadores, se han retirado, es decir solamente te pidieron una contribución casi obigatoria, y claro en caso de que algo le ocurra al vehículo no hay a quien reclamar....realidades urbanas que conllevan a una reflexion de la fragilidad social en la que vivimos en latinoamérica.