martes, 24 de abril de 2012

EL YIN Y EL YANG DE CONDUCIR EN CHINA

Manuel Castaño 24-04-12
Al visitar China, además de contemplar los guerreros de Terracota del ejército poderoso del imperio de Qinshihuang, la Plaza de Tían An Men, la grandiosidad de la Ciudad Prohibida  o la gran Muralla, una de mis pretensiones se centraba en poder recabar in situ toda la información posible sobre la connotaciones sobre la  Seguridad Vial de ese país.
Puedo estar satisfecho porque mi bitácora regresó repleta y mi cámara saturó su memoria con fotos y vídeos relacionados con la movilidad de vehículos, peatones y señalización. Conducir de forma tan igual en esencia a Europa, pero tan diferente en la práctica a la que estamos acostumbrados, puede ser la primera síntesis de mi curiosidad, así como la carencia de señalización y la prioridad de los vehículos sobre los peatones. Porque conducir en China también guarda relación con su filosofía taoísta del yin y yang como dos fuerzas aparentemente opuestas y complementarias para formar  parte del tao como la enseñanza del camino a recorrer. Dos fuerzas esenciales, tan opuestas como complementarias, que se encuentran en todas las cosas y, como no puede ser menos, también incrustadas en el fenómeno circulatorio. Porque en la forma de conducir, en las actitudes y comportamientos de los conductores y peatones y en la propia señalización, se solapan los aspectos positivos y negativos, lo bueno y lo malo, lo chino y lo europeo, lo caótico y lo armónico.
Y así es como se fueron reflejando y archivando, de forma compulsiva, lo bueno y lo malo que me ofrecía el tráfico de cada una de las ciudades y carreteras que visitaba. Si bien, la inmensidad del país también da opción a inmensidad de situaciones parecidas pero diferentes con una normativa y señalización con influencias europeas. Destacando, que la señalización vertical, luminosa y maracas viales, estaban reducidas a la mínima expresión, quizás porque en Europa estén sembradas con tanta abundancia, que a veces actúan en contra  de la seguridad pretendida. Los cruces y cambios de dirección o sentido, quedan regulados por un solo semáforo y por la norma general de que la prioridad la tiene el transporte público, el más fuerte o el que llega primero y que los peatones deben esperar. Pese a todo, dentro del caos y la rebeldía de los conductores, existe una inexplicable armonía y carencia de agresividad.
En las ciudades más importantes del país las calles suelen estar congestionadas, sobre todo en las horas pico. Pero tan poco tanto, pues el Estado regula el tráfico, por una parte, exigiendo que las matrículas circulen en días alternos y encareciendo la adquisición de los vehículos con un boleto de reserva para su compra que incrementa el precio en una media de 1.2000 euros.
 A partir de los Juegos Olímpicos, se nota que las rutas y carreteras nacionales (Nivel G) mejoraron significativamente, las provinciales (Nivel S) son de inferior calidad, mientras que las municipales (Nivel X) constituyen todo un desafío para los foráneos. Las autopistas son excelentes, con señalización en chino y en inglés y carril específico para emergencias.
Los vehículos son los reyes de la jungla  sembrada de innumerables bicicletas en mal estado y bicimotos y ciclomotores con baterías, sin dejar opción a las motos de mayor cilindrada. Eso sí, pese  a ser obligatorio el uso del casco, el yang es ver a un chino protegiendo su cabeza con el mismo o que los niños lleven sistemas de retención. Pero todo es relativo y complementario. La ley de seguridad vial (Tao) existe y las dos fuerzas, yin y yang, serían la fase siguiente después del tao, principio generador en las calles del bien y del mal. El bien centrado en la fluidez del tráfico que se sobrepone al respeto de los peatones, perdedores de todo derecho en beneficio de los transporte públicos y vehículos de dos ruedas con las sendas reservadas para ellos y la prioridad de paso en su camino. Y los chinos lo aceptan porque saben que el Tao es sinónimo del orden natural para enseñarles a integrarse en la movilidad, a fluir, a sentirse, en concordancia y armonía del camino vial, siendo capaces de ver el mal y el bien  en el recorrido ¿Quién sabe si es para bien o para mal? Uno cierra los ojos y no comprende cómo en una situación tan compleja  no ocurren más accidentes y disonancias.


3 comentarios:

F. EDUARDO BARRERO dijo...

Estupenda exposición Manuel de como una cultura influye en todos los ámbitos de una sociedad. Es curioso la deformación profesional que algunos "locos" tenemos, que ni de vacaciones podemos dejar de fijarnos hasta el más mínimo detalle de cosas que para la mayoría de los visitantes del país, pasan desapercibidas. Te felicito por esta estupenda bitácora.

Juan Carlos Zamora dijo...

Sabía que no era el único que pensaba esto. Tras varios años de vivir en China, de sufrir como peatón y ciclista y de ver cómo la gente se cruza las calles aún con el semáforo en rojo y sin siquiera voltear, llegué a la conclusión de que es algo cultural, y que quizá tenía que ver con el taoísmo o el confucianismo. Cuando comenté esto con mi novia y mis amigos se rieron mucho. Pero he encontrado a alguien que piensa lo mismo. Gracias por tu post.

Juan Carlos Zamora dijo...

Sabía que no era el único que pensaba esto. Tras varios años de vivir en China, de sufrir como peatón y ciclista y de ver cómo la gente se cruza las calles aún con el semáforo en rojo y sin siquiera voltear, llegué a la conclusión de que es algo cultural, y que quizá tenía que ver con el taoísmo o el confucianismo. Cuando comenté esto con mi novia y mis amigos se rieron mucho. Pero he encontrado a alguien que piensa lo mismo. Gracias por tu post.